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شيماءs

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رواية اخرى بلاسبانية الجزء الاولى 728666
Capítulo 2
Jay Pollen, de la emisora de música country KXPS.
«La madre de Priscilla Jayne asegura que su hija siempre huye
cuando las cosas se ponen feas».
De pie en el aparcamiento del motel, Jared sacudió la cabeza con incredulidad al ver que las cuatro ruedas de su coche estaban pinchadas. Maldijo entre dientes y le dio una patada a uno de los neumáticos.
No era propio de él perder así el control, sabía que de nada le iba a servir tener una reacción tan infantil. Sacó el teléfono móvil del bolsillo y marcó el número de la agencia Semper Fi.
En cuanto oyó la voz de su cuñado, su ira pudo de nuevo con él.
—¡Me ha dejado tirado! —exclamó—. ¿Te lo puedes creer? ¡Me ha dejado tirado!
John se quedó callado al otro lado de la línea y después se echó a reír.
— Siempre me gustó esa chica.
—¡Por favor! Sí, sí, todo esto es muy divertido. No veas cómo me río…
—Sí, ya lo oigo. Pareces muy enfadado —repuso su cuñado con más seriedad— ¿Qué ha pasado?
—Ha jugado conmigo…
Era cierto, había jugado con él desde el momento que le abrió la puerta de ese modesto motel. Los recuerdos lo habían dominado desde que ella se echara a sus brazos y lo abrazara con todo su cuerpo.
Recordó cómo ella lo había salvado quince años antes, cuando se escapó de Colorado Springs y llegó a Denver. Cuando todo el mundo había creído que él había matado a su padre.
Recordó su intensa personalidad. Ella, con sólo trece años, había vivido cada minuto como si fuera el último. Era emocional, dulce y sensible.
Recordó lo culpable que se había sentido al desear su cuerpo adolescente, su delicada estructura carente de curvas.
Priscilla seguía siendo pequeña y sus pechos no habían crecido demasiado. Pero sus brazos y piernas se habían redondeado, ya no era una niña delgaducha. Le había sorprendido sobre todo su trasero, redondo y lleno, aún podía sentirlo entre sus manos.
—No es fácil jugar contigo —le dijo John, consiguiendo que volviera a la realidad—. ¿Cómo lo consiguió Priscilla?
Dejó de pensar en su cuerpo para concentrarse en la conversación que estaba teniendo con su cuñado. Ya no tenía por qué sentirse culpable si ella despertaba su deseo, pero tampoco iba a hacer nada al respecto, eso lo tenía muy claro. Era un profesional y tenía que hacer su trabajo.
—Me olvidé de la primera regla de todo detective.
—Bajaste la guardia, ¿no?
—Y de qué manera… Se alegró mucho de verme. Bueno, hasta que le dije por qué estaba aquí. Se enfadó cuando se enteró de que su discográfica me había contratado, pero se le pasó, o al menos eso me hizo pensar. Después, en cuanto me relajé, me dejó tirado.
—Bueno, no pasa nada. Cometiste un error y la trataste como a cualquier otra persona. Cualquiera podría haber cometido ese error —le dijo John.
—No, tú no.
—Yo creo que sí. La conocí hace quince años y aún me acuerdo de ella. Recuerdo su fuerza y su independencia. Pero ¿sabes de qué me acuerdo más que nada? De que era muy dulce. Aparentaba ser dura para sobrevivir, pero tenía un interior muy vulnerable. Eso sí, conocía bien las calles y era muy rápida.
—Y aún lo es. Estoy de acuerdo contigo, John, pero es a mí a quien ha dejado con cara de tonto. Ya puede ser rápida, porque estoy decidido a hacer mi trabajo y encontrarla cueste lo que cueste. Y no me importa que sea una vieja amiga o una nueva diva de la música country con fama de irresponsable.


La alcanzó en Idaho seis días después. Para entonces, estaba muy enfadado y había perdido la paciencia. Le había costado mucho más de lo que había previsto.
Observó cómo Priscilla comprobaba que la puerta del hotel estaba bien cerrada antes de guardarse la llave e ir hacia donde estaba él.
Jared la esperaba escondido tras una esquina. La vio pasar delante de él y salió al pasillo.
No pudo evitar que sus ojos se fueran a su redondo trasero, enfundado en unos pantalones téjanos. Llevaba una camisa transparente por encima de una camiseta de tirantes negros y un sombrero de vaquera.
Priscilla se detuvo frente al ascensor y se metió dentro cuando llegó a su piso. Él llegó deprisa a su lado y se coló entre las puertas del habitáculo, que empezaba ya a cerrarse.
—¡Hola! —le dijo mientras contemplaba la sorprendida cara de Priscilla y detenía el ascensor—. ¿Adónde vas? ¿Sales a cenar?
Ella se quedó callada, parecía no poder recobrar la voz.
—Veo que esta vez te has decidido por un hotel un poco mejor. No tan bueno como puedes permitirte, pero mejor que el motel de carretera de…
—¿Cómo me has encontrado? —lo interrumpió ella.
Tenía la cara encendida. Sus ojos almendrados parecían más bellos y exóticos que nunca.



يتبع....................
 

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